agosto 01, 2012

Prórroga, primera y última parte.


Me gustaba, me gustaba verla caminar con la vista media baja, comprimiendo su cuerpo y sus manos apretadas, como pidiendo un favor al viento.
Me buscaba, me buscaba con sus ojos medios turbios, horizontales, algo distraídos por la vergüenza de buscarme.
Me quería, me quería sacar de su cuerpo, me quería sacar de sus cuadernos, de su ropa.  Mientras yo,  todo mi esfuerzo lo canalizaba en hacerla quererme, y me quería.
Me olvidaba, me olvidaba que era yo el dueño de su tiempo y espacio. Me olvidaba cuando no podía soportar la angustia del “adiós”, y de alguna manera, prolongarlo cuanto se pudiera.
Me esperaba, siempre en el mismo lugar, casi provocando una casualidad ficticia, un azar artificial y utópico. Yo la espero.