enero 29, 2013

Nueve Aeme

Me encontraba en casa de la abuela. El lugar no es relevante. De repente llega a mi celular un mensaje de ella, el cual decía que necesitaba hablar conmigo de forma urgente. Al poco rato, su figura aparece dentro de un auto, fuera de la casa donde me encontraba. Nos miramos a los ojos, la abracé y caminamos unos metros, de la mano. Algunos amigos que ahí estaban no dudaron en molestarnos, haciendo todo tipo de bromas, de esas pasadas de moda. Decidimos alejarnos un poco. 
Me empezó a contar y dar excusas sobre una niña con la que ella hablaba, mientras intentaba hilar otras frases incoherentes, tratando de evadir algo que aún no entendía. De pronto, y sin esperarlo, me grita: "¡la hermana del niño que amo!". Cuando ella termina de decir esa frase, sentí un ahogo intenso, un dolor más físico que otra cosa. Algo muy raro. Por poco no me desvanecí, sin exagerar. El aire estaba en peligro de extinción para mí, pero logré guardar un poco para replicar lo único que se me ocurrió en ese momento: "¿¡Qué!?". Los ojos los tenía llorosos inconscientemente, y no era primavera. Traté de salir corriendo, pero ella me tomaba del brazo con todas sus fuerzas y  me decía: "¡espera, por favor espera!" Me detuve: "¡Pero si una vez me dijiste que me amabas! ¡Te entregué todo!" Me mira, y sin titubear responde, fríamente: "Es que nunca dije que te amaba tanto como a él".
No sé como terminé abrazándola de la cintura, mientras ella solo ofrecía una leve sonrisa. En ese momento desperté, me senté en la cama y dije: "¡Mierda, parece que de verdad la amo!"